LA FÁBRICA DE HACER PELÍCULAS Y LA HISTORIA VUELVE A REPETIRSE

-"PROHIBIDO PASAR - Los guardias tienen orden de disparar"
... Rezaba cada tanto sobre el alambrado perimetral de la zona de rodaje en San Lorenzo a 9 Km. de la ciudad de Salta. En el centro de esta extensa área cercada, arquitectos y mano de obra Argentina, bajo dirección y diseño de gente de Hollywood, levantaron la fachada exterior de un castillo ruso (caucásico) con todos los retoques necesarios que daban la apariencia final de encontrarse enclavado allí desde hace cien años. Me estoy trasladando a 1961, al rodaje de "Taras Bulba", dirección de J. Lee Thompson, DF. Joseph MacDonald y actuaciones de Yul Brynner, Tony Curtis y Chistine Kaufmann. Estuve presente como extra, lo que me permite contar cosas de las que fui testigo y algunos otros rumores que ahí circulaban.
Esta filmación, en realidad, fue el punto de partida experimental de un proyecto mayor desde el norte, que consistía en rodar fuera de EEUU, sobre todo superproducciones que requerían movilizar gran despliegue humano, evitando impuestos internos, abaratando costos en otras locaciones del planeta, muy tentadoras para ellos; fenómeno que hoy vuelve a repetirse (ver nota aparte)... Nuestro país les ofrecía varias ventajas: diversos paisajes, sobre todo la región contigua a la cordillera de imponentes montañas, una tradición de buenos jinetes y caballos, el rostro argentino y color de piel en general, un buen partido como extra, y sobre todo la mano de obra barata. Se comentaba que continuarían con una serie del género western..., pero los planes naufragaron y terminaron instalándose en España. Los rumores que circulaban era que tuvieron serias dificultades con la gente local. SICA fue aumentando sus exigencias y por otro lado habían obtenido gran cantidad de extras gratis en soldados, que bajo el mando de oficiales del ejército, que seguramente fueron bien pagos, comenzaron a boicotear las tomas de gran despliegue, desmontando masivamente de los caballos una vez que todo estaba alineado a la distancia y la orden de acción era inmediata. Era muy divertido ver galopar furiosos a los oficiales en procura de ser obedecidos como en los cuarteles. Compartí las quejas de los soldados que sabían que nosotros los civiles cobrábamos $350.- por día, y a ellos por estar en el servicio militar, los usaban gratis.

El mecanismo de citación era el siguiente: A través de anuncios diarios a toda página en el periódico local, se mencionaba a quienes requerían en determinado día (húsares, campesinos, cosacos, etc.), siempre a las 07.00 hs. en la locación de San Lorenzo. Uno tenía que madrugar, llevar su propia vianda y trasladarse en el colectivo local hasta el lugar. Una vez allí, con una "tarjeta carnet", cada uno pasaba por diferentes camiones que portaban todo tipo de ropajes y accesorios, muchos con etiquetas de Cinecittá; retiraba lo que le correspondía, acción que era minuciosamente escrita y sellada en dicho carnet; igualmente al final de la jornada, con su devolución. Con este carnet debidamente registrado, uno pasaba en otra ocasión por el hotel Salta a cobrar. Éste fue totalmente desalojado y copado por Hollywood. Sacaron todos los cuadros originales y colgaron sus pizarras y planillas de producción.
En el rodaje de las grandes escenas era donde esta "fábrica" ponía en movimiento a full sus mecanismos y engranajes. Desde las 07.00 hs., hasta las 15.00 hs. en que se gritaba ¡acción!, todo era puro preparativo. El director no figuraba en estas escenas, se la pasaba sentado en su silla etiquetada bajo una sombrilla, aplicándose crema para el sol, en cambio un señor con un libro enorme (seguramente una especie de storyboard), se ocupaba de distribuir las tres cámaras Mitchell en sus respectivas grúas, en los ángulos estratégicos. Otra cantidad de cámaras menores, sobre trípodes o mangrullos, para captar planos de montaje. y finalmente un par de pequeñas, tipo Arri, enterradas en diferentes sitios del campo de batalla, con la lente a ras del piso. En ese mismo campo se distribuían esqueletos de caballos muertos (hechos de alambre y forrados con cueros de animal verdadero). A las tres de la tarde y a la orden de ¡cámara, acción!, unos cuarenta mejicanos armados (asistentes), se entremezclaban con los caballos disparando al aire, enloqueciendo a éstos en pos de un mayor realismo. Al finalizar esta única toma, captada con numerosas cámaras que producían una secuencia con todos los planos necesarios de montaje, uno de esos mejicanos, gritaba a través de un megáfono, el clásico chiste yanqui: ¡Gracias cuñados!, y se daba por finalizada la jornada.
Los extras que se dejaron rapar al estilo Yul Brynner, cobraron un plus y éste tenía cinco dobles para escenas de riesgo, que habían sido seleccionados mediante una serie de pruebas a caballo. Una de ellas consistía en levantar a todo galope, un pañuelo alisado sobre el terreno. El mejor jinete resultó ser una mujer esposa de un oficial del ejército.
Recuerdo una de estas grandes escenas de batalla en que todos debían arremeter contra la entrada del castillo. La consigna era que una vez llegados allí, se abrirían las puertas del mismo. Pero la realidad fue diferente. No las abrieron, apareció arriba de este una enorme tinaja oculta que fue desplazada en un carrito hasta el borde, donde tumbó y arrojó un violento líquido naranja (a la manera del famoso aceite hirviendo de nuestras invasiones inglesas), que volteó a cuanto jinete y caballo tocó. Se comentaba que alguien murió; pero como ellos traen su propio médico, seguramente diagnosticó fallecimiento por fuerte resfrío y la cosa siguió adelante.
Al final llegaron órdenes de rodar aunque lloviera, por los atrasos que se habían producido, es así que al único que se veía agitarse dando órdenes aquí y allí, era un señor bajito: Harold Hecht, el productor.
Habían alquilado gran cantidad de casas particulares en donde se alojaban los actores principales y todo el personal jerárquico de la producción, asimismo tomaron en alquiler muchos autos particulares que operaban para ellos como remises. Se comentaba que solamente en Salta. habían dejado la suma de 12 millones. El largo tiempo transcurrido, no me permite recordar si se hablaba de dólares o pesos.
Logré verla en el cine tiempo después de su estreno. Busqué desesperadamente mi rostro en algún fotograma de las tomas de muchedumbre que no hallé, y pienso: "¿Habrá sido esta primera experiencia frustrante de no alcanzar a integrarme a la galería de extras famosos, el que posteriormente me inclinara a la Dirección de Fotografía?".






Rogelio Chomnalez
Revista ADF, Nro. 24 - Septiembre 2008