Un maestro de la “no acción”: Alexander Sokurov

Si fueran convocados algunos directores a recrear un clásico duelo entre dos cowboys, seguramente todos se regocijarían en el momento de los disparos y muerte; algunos embellecerían ésta, en extremada cámara lenta, otros seguirían en un primerísimo primer plano el recorrido de la bala, otros recurrirían, en el momento culminante, a un alucinante montaje tipo videoclip, y tal vez algunos manipularían el material en computadora para un mayor impacto final, etc., etc., etc.... No sería el caso del ruso Alexander Sokurov, si fuera integrante de esta terna. Seguramente él filmaría solamente los momentos preparatorios y posteriores al duelo, en bellísimos planos lentos y demorados con detalles, y saltearía la acción directa que a lo sumo, se me ocurre, la sugeriría en la banda sonora con el ruido de los disparos. Es el director de la “no acción”, visualizador de los intervalos, de los momentos estáticos, llegando a veces a extremos insospechables, pero con una magia y magnetismo deslumbrante.
En 1999, en la semana de la crítica organizada por FIPRESCI en la sala Leopoldo Lugones, se exhibió “Madre e Hijo”, el primer film de éste director que llegaba a nuestras tierras. Yo salí impactado. El tema: la estilizada y conmovedora representación de los últimos instantes de una madre que agoniza en brazos de su hijo. No hay palabras en los 73 minutos del film, a lo sumo unos escasos susurros, solo estos dos personajes y el paisaje. Utilizando lentes y filtros especiales en el rodaje (evita siempre cualquier manipulación posterior de laboratorio), logra hacer un lienzo, sobre el cual extiende los colores de su paleta y accede a lo invisible a través de la exacerbación de lo real, con una intensidad, un rigor y una belleza como pocos, llegando a la esencia de ese vínculo entre madre e hijo, en una instancia límite como es la de la muerte.
Muchos fotógrafos, concientes de que el resultado final es una foto estática, tratan con diferentes recursos de sugerir una imagen en acción: ruedas de vehículos y piernas de un corredor borrosas por la velocidad, disparo del flash cuando la modelo salta para fijarla en el aire despegada del piso, etc., etc. ¿Será que Sokurov hace lo contrario con el cine? Sabiendo que cuenta con los elementos para registrar la acción, ¿trata de estatizarla?
En abril de 2001, en ocasión del Bs. As.-III Festival Internacional de Cine Independiente, nos llega otro film, “Moloch”, retrato de Adolf Hitler en compañía de Eva Braun, el matrimonio Goebbels y Martín Bormann, pasando un fin de semana en su casa de descanso en la montaña. Un film excepcional donde todos los elementos cinematográficos están jugados al límite. Creo no equivocarme en afirmar que es la mejor película que vi en los últimos tiempos. Nuevamente Sokurov usa el “intervalo” o “descanso”; al contrario de todos los films sobre este tema, que enfocan a un Hitler en acciones de guerra entre grandes despliegues de muchedumbre. Esta película, con diálogos verídicos rescatados de un escribiente que seguía a Hitler a todas partes y tomaba nota de todo lo que se decía, logra, a pesar de lo intimista, un mayor impacto en el espectador de la tan conocida historia de este monstruo demencial.
En “Moloch”, al igual que “Madre e Hijo”, vuelve a desplegar los asombrosos recursos estéticos en todos los rubros: Dirección de Arte, Escenografía, Fotografía, Composición, Banda Sonora, etc... el film comienza con una secuencia de Eva Braun sola, desnuda, insinuando movimientos de baile en una terraza; amén de ser una actriz excepcional, su cuerpo es la figura regordeta de moda en esa época. Nombro esto sólo para recalcar el rigor hasta en los pequeños detalles.
Abril de 2002, Bs. As. – IV Festival Internacional de Cine Independiente. Esta vez Alexander Sokurov se acerca con tres documentales en video. En “A Humble Life”, visita una solitaria casa antigua perdida en la montaña en una isla de Japón, donde una anciana vive sola. A través de su cámara, Sokurov construye una imagen poética llena de pequeños detalles. Nos hace entrar en su rutina diaria: siempre callada, la vemos cocinar, comer, encender el fuego, peinarse, coser, etc. y, como siempre, éste mago logra algo más que un registro con su cámara, algo que se siente, difícil de explicar con palabras.Otro: “Elegy of a Voyage”, y un tercero: “Spiritual Voices”, de 5 horas 45 minutos de duración. En ésta ocasión, Sokurov acompañó a las tropas rusas en 1994 hasta la frontera entre Tayikistán y Afganistán. Allí, en un puesto de guardia en medio de las montañas, Sokurov vuelve a hacer de las suyas al registrar los espacios vacíos y el tiempo entre ellos, y no las acciones de guerra, como uno supone. El documental, dividido en cinco capítulos, dedica el primero, que dura 45 minutos, a una toma fija de un paisaje (¡Sí!, no me equivoqué, dije 45 minutos un plano fijo de un paisaje), que sufre pequeñas modificaciones en su transcurso, con nublados, salida de sol, paso de aves, algún fuego en la lejanía, etc... acompañado con música de Mozart y Beethoven; cada tanto se relata un pequeño texto. Mi interpretación: ésta introducción funciona como una “musicoterapia” para relajarse y estar predispuesto a las cinco horas restantes, donde Sokurov enfoca todas las variantes de esos soldados que mientras hacen guardia, no hacen nada, o un mínimo: fumar constantemente, cavar alguna trinchera, colocar una mina, comer, dormir... el tiempo pasa con larguísimos planos de un rostro con mirada perdida como si hubiese sido capturado por una cámara oculta, en un paisaje polvoriento, caluroso, donde por momentos el único sonido son los moscardones que circulan continuamente. ¡Sí!, hay un pequeño intercambio de disparos con el enemigo, pero no durará mas de 10 minutos. Antes de ingresar a la sala me preguntaba cuanto tiempo soportaría. Nuevamente el magnetismo de Sokurov logró no solo mantenerme despierto, sino hacerme vivir el verdadero rostro de la guerra.
Al momento de redactar esta nota, ya se anticipan en los medios, los nombres de los grandes que concurren a Cannes 2002: entre Scorsese, Polanski, etc., figura Alexander Sokurov.
En la filmografía de este talento de 51 años se habla de unos 25 documentales y una docena de largometrajes de ficción. ¿Los veremos alguna vez?

“Madre e Hijo” (1997), fotografía: Alexi Fiodorov
“Moloch” (1999), fot.: A. Fiodorov / A. Natoli Rodionov
“A Humble Life” (1997), fot.: A. Fiodorov
“Elegy of a Voyage”(2001), fot.: Alexander Degliarev
“Spiritual Voices” (1995), fot.: A. Burov


------------------------------------------------------------------------------------------------

Nota: Martes 21 de mayo, Cannes 2002. Se proyecta “Russian Ark” de Sokurov, video digital en un solo plano secuencia de 90 minutos. La primera película de largometraje filmada sin cortes de montaje. La prensa opinó que esta maravilla técnica y visual, sin precedentes en el cine mundial, recorre 200 años de historia rusa. Entre sus datos técnicos figuran Tilman Buttner, camarógrafo / iluminador con Steadycam, el de “Corre Lola, corre” y centenares de extras que se pasaron meses ensayando para la filmación, que se llevó a cabo finalmente en una sola tarde en el Museo Hermitage de San Petersburgo.
Alfred Hitchcock creó, en 1948, la ilusión de una toma en tiempo real con “La soga”, pero la película, de 80 minutos, en realidad estaba compuesta por 10 secuencias de 10 minutos unidas astutamente. Esta duración estaba limitada por el largo del rollo de celuloide. Sokurov pudo hacer uso de la innovación técnica filmando digitalmente en un disco duro de principio a fin.


Rogelio Chomnalez
Revista ADF, Nro. 11 - Septiembre 2002