
En los ‘60, como se ha simplificado en llamar la época a la que me refiero, la proporción de rodajes, tanto en largometrajes como en publicidad, era mayor en blanco y negro que en color, y en una de las páginas de mi libreta me encontré con el registro de las 20 variantes de los tiempos de revelado que acusaban las máquinas de los laboratorios Alex en Bs. As. (en aquella época el más grande de Sudamérica): iban desde los 2 minutos 40 segundos (2’40’’) hasta los 16’36’’, y que los técnicos variaban, siempre a una temperatura fija, para obtener la gama ideal proporcionada por el fabricante del film correspondiente a cada diferente sensibilidad. Por ejemplo, para las emulsiones negativas de Kodak, era 5 minutos 15 segundos (5’15’’) para Plus-X, 7’23’’ para Doble-X y 8’42’’ para Cuatro-X. Existía Gevaert con dos variantes: G.30 de baja sensibilidad y G.36 de alta sensibilidad; sus tiempos de revelado eran los mismos de Plus-X y Doble-X respectivamente. El maravilloso Dupont (con la que hice mi primer largo: “Mosaico”), con sus negros profundos, en tres variantes: Superior 2, Superior 3 y Superior 4; película que se dejó de fabricar y desapareció del mercado. Y por último, en mucha menor proporción, se usaba Ilford en tres variantes: Pan F, F.P.3 y Mark V. La determinación de los tiempos de revelado establecidos por los fabricantes de las películas, como comentaba Bubi Stagnaro hace un tiempo, era inherente a la transparencia u opacidad de la emulsión, pero nada tenía que ver con los resultados artísticos de los mismos. Cuando, junto a mis colegas de aquella época, ingresamos como la “nueva camada” de Directores de Fotografía, comenzamos a variar estos tiempos en pos de lograr un mayor contraste; como ejemplo en mis anotaciones, la Plus-X la subexponía un diafragma, e indicaba directamente en la etiqueta de la lata, revelar a 5’52’’, la Doble-X, también subexpuesta un punto, en vez de 7’23’’ a 8’12’’ y la Cuatro-X en vez de 8’42’’ a 10’35’’. Una costumbre anterior a nosotros consistía en indicar en la etiqueta “Revelar normal” o de lo contrario se enviaba un “piloto” de un metro, dentro de una de las latas del rodaje diario, se revelaba previamente y tras visualizarlo el DF juntamente con el Jefe de revelado, determinaban la variante de tiempo necesaria o no, y de esa forma ingresaba en revelado todo el material del día. Lo curioso de esta modalidad es que, mientras que en color se veían obligados a exponer correctamente sin piloto previo, ya que no se variaban los tiempos, por costumbre si lo hacían en blanco y negro.
Si bien en esa época ya existía la transmisión de TV en color, era muy escasa la proporción de dichos aparatos en los hogares, por lo que los comerciales para dicho medio se rodaban en blanco y negro, y a diferencia de hoy, en los cines se proyectaba una tanda muy extensa de publicidad, previa al largometraje y por supuesto en color 35 mm. Todo esto condujo, en un momento dado, a filmar a doble chasis, cuando el mismo comercial iba destinado a los dos medios: un chasis con película B y N, y otro con emulsión en color repitiendo la misma toma.
El tape no existía en las tandas de TV, y las mismas se armaban con reducciones positivas en 16 mm, llamado el “tiraje de copias”, y que muchas veces era de tal magnitud, en una salida a escala nacional, que a la productora le resultaba un mayor negocio que la producción en sí. Dado que en aquel tiempo el contraste en los televisores era un problema, se optó en un momento a efectuar los tirajes para los canales en positivo 16 mm Gevaert, que era mucho mas suave; más tarde Kodak sacó al mercado un positivo especial de bajo contraste, de tonalidad azulina, especial para estos tirajes.
Al dar vuelta las páginas de mi libreta, un extenso listado sobre diversas tomas me recuerda un método relativamente barato y muy práctico, que había implementado para suplantar las necesarias y periódicas pruebas fílmicas, en búsqueda constante de nuevos efectos especiales fotográficos, interponiendo toda variedad de filtros existentes, variaciones de exposición, etc., etc., ya que en aquella época no existía la postproducción digital, y todo había que resolverlo en la toma de cámara. A tal fin, cargaba una cámara de fotos fijas 35 mm. con película diapositiva e, imitando a una cinematográfica, dejaba fija la obturación en 1/60 y sólo operaba en la escala de diafragmas. Al ser transparencias diapositivas y procesar el material siempre en el mismo laboratorio fotográfico, obtenía -por parte de ellos- un resultado constante, inalterable, que yo visualizaba con un proyector de diapositivas en pantalla grande y planificaba, de esta forma, todas las variantes de ideas que se me ocurrían, y hasta qué límites eran posibles de llevar; sumado a que la latitud de este material es menor que el negativo, esta práctica experimental de bajo costo me resultó muy eficaz, provechosa y recomendable.
…sigo girando las páginas, unas ajadas, otras ilegibles y algunas se convirtieron en jeroglíficos que tendré que volver a descifrar… Cuando así ocurra, prometo un “Pequeño racconto (parte II)”…
Rogelio Chomnalez
Revista ADF, Nro. 15 - Abril 2005